Y en educación
online sorprende que la evolución a día de hoy sea tan pobre. Veamos los
distintos estadios de evolución:
1. Hay Universidades que no tienen nada a día de hoy
que pueda llamarse de forma consistente educación online. Han apostado por el
modelo presencial y no han entendido las ventajas del modelo online. En el 2015
se lo están empezando a pensar.
2. Algunas tienen “cosas”, no muy bien hilvanadas con
el resto de su modelo, pero que les permite decir que están en ese mundo. Éstas
se están dando de cabezazos contra el Muro de las Lamentaciones de sus procesos
educativos y organizativos. Esta categoría de centros educativos se distingue
porque te invitan a matricularte presencialmente aunque vivas a miles de
kilómetros de distancia, para que admires sus instalaciones deportivas, sus
cafeterías y su biblioteca física.
3. Una tercera categoría ha definido un modelo mixto de
educación en el que se combina dentro de los mismos estudios asignaturas
presenciales y no presenciales. En muchos casos este confuso modelo lo que
esconde, sencillamente, es la incapacidad de gestionar grupos demasiado
pequeños cuya docencia es más barato impartirla online que presencialmente
cuando en el aula no hay más de tres alumnos. En estos casos, esos grupos no
tienen siquiera la opción de asistir a clase, lo cual lleva de cabeza a la
esquizofrenia cuando en las clases presenciales resulta que se hace “fichar” al
alumno.
4. En los centros más avanzados, se han creado cursos
online “de verdad”. La diferencia de estos cursos es que se han concebido
pensando desde el principio en que los alumnos son online, en interactividad,
en un seguimiento del avance del alumno, en la realización de pruebas
intermedias, en la ejecución de sesiones de seguimiento, en la moderación de
los grupos de trabajo, etc. (en las anteriores categorías descritas, los
materiales consisten en un refrito de materiales que se han pasado a formatos
pdf y se han subido de forma más o menos desordenada). En España hay casos de
buenas prácticas, en universidades con una larga tradición (UNED, UOC) y otras
recién llegadas, con ideas claras (U-Tad, UNIR).
Los casos de buenas prácticas suelen coincidir con
los de Universidades creadas en su día para la enseñanza a distancia y
específicamente para impartir cursos online. La creación de cursos online en
una Universidad tradicional, presencial, es una aporía, un problema sin
solución, una contradicción entre términos, un imposible. Y no es por falta de
competencia, es por ignorar un sencillo principio filosófico y empresarial: “el
que mucho aprieta, poco abarca”, o “zapatero a tus zapatos”. Cuando en la época
del boom de las telecomunicaciones (infausto año 2000) toda empresa que, ya se
dedicase a distribuir electricidad, fabricar trenes, mantener alcantarillado o
distribución cárnica, creó su división de telecomunicaciones, la cosa les salió
muy mal y muy caro. Porque a pesar de que eso era negocio, no era SU negocio.
Con el online pasa lo mismo: si una universidad
quiere triunfar ofreciendo cursos online debe sacar esa parte de la Universidad
tradicional, crear una universidad distinta y separada. Sinergias habrá, y
habrá que buscarlas, pero no van a ser tantas: si un profesor imparte clases
presenciales, en el mismo tiempo, no va a dedicar un “ratito” a dar clases
online (y esto no es exageración, que hay notables casos que siguen
pretendiendo funcionar bajo esta premisa; incluso se describe la formación como
una formación “low cost”).
5. Hay una
categoría, que yo calificaría de delictiva, que consiste en crear cursos online
donde el objetivo del curso es únicamente el cobro de la matrícula y la emisión
de título acreditativo. El seguimiento del alumno no se realiza y al alumno se
le garantiza el derecho a su título por haber pagado. ¿Parece una fórmula en la
que todas las partes ganan?. No se ría, amable lector, que muchos consideran
que sí.
Pierde la calidad educativa, y a medio plazo la
imagen de la Universidad. Algunos consideran que el medio plazo es un “largo me
lo fiais” y “que salga el sol por Antequera”. Así está hoy el día el
maravilloso colapso en los Tribunales de Justicia. Cultura de país que parece
que, a golpe de sentencia, a golpe de político y director general encarcelado,
esperemos que vaya cambiando poco a poco.
6.
Los
MOOCs. Massive Online Open Courses. Todo el mundo se lanzó a hacer
MOOCs, centenares de miles de alumnos iban a entrar en tu curso MOOC que ibas a
montar en dos tardes. Yo siempre he preguntado a quien me preguntaba por los
MOOCs: ¿cuál es tu modelo de negocio?. O sea, ¿cómo quieres ganar dinero, o
prestigio, o el qué?.
¿Qué es un MOOC? La idea
parece interesante: poner todo el profundo conocimiento sobre un tema a
disposición de la Humanidad, que podría, en unos golpes de ratón, ser médicos,
ingenieros y filósofos. Pensemos un poco: eso ya existía. Uno se podía ir a
cualquier biblioteca y enfilando las estanterías de Medicina, empezar por la A
y acabar por la Z leer todos los tratados de Anatomía, Biología, Química, etc.
Pero así no se forma un médico, ¿verdad?. Pues leyendo lo mismo colgado en un
MOOC tampoco. Porque, ¿cuál es la esencia de la educación, y más en concreto la
educación universitaria?. No es la acumulación de datos ni la clase magistral.
Es sorprendente y contradictorio que al mismo tiempo que cambiamos el modelo
educativo hacia un paradigma más práctico y convivencial, que requiere de
clases reducidas y de dinamización por parte del profesor, al mismo tiempo nos
inventemos los MOOCs y pretendamos que sigan los cursos gestionados por dos
profesores docenas de miles de alumnos.
Porque, ¿qué es lo que
pretendemos al crear un MOOC? ¿La educación universal? ¿Compartir nuestro
conocimiento con miles de alumnos interesados? ¿La Universidad tiene algún
ánimo lucrativo, ya sea éste el cobro por realización de exámenes o la
atracción hacia nuestra entidad educativa presencial? ¿Todo a la vez? En la
mayoría de casos no hay un business case. Y en algunos casos en los que lo hay,
es tan inverosímil que o bien no se lo cree nadie o se inventan artificios para
falsificar los datos de alumnos matriculados.
Creo:
1.
En las innegables bondades del apoyo virtual a
la docencia presencial (que es incorporar las tecnologías a la docencia,
sencillamente hacer lo que se hace en cualquier otro sector: venta online en
Retail, aplicaciones móviles en compra de viajes, realización de operaciones
bancarias en autoservicio, etc. etc.).
2.
En las
entidades educativas que tienen un claro y diferenciado planteamiento de su
estrategia online
3.
En la formación online en las empresas, que
permite facilitar la conciliación familiar y profesional y una formación
permanente.
Lo que no funciona es apuntar a todo en modo batiburrillo y
sin ideas claras, ni equipos dedicados y cualificados y sin presupuesto.
Crear cursos online no
es barato (tampoco tan caro como ciertos proveedores intentan hacer creer), no
consiste en “colgar pdfs, documentos Word y powerpoints”, ni en poner estas
cosas en alguna herramienta gratuita. No. La educación es una cuestión
demasiado seria para improvisaciones y advenedizos.
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